Una que soy, yo. Diana Garza Islas. Aunque ya no vivo ahí, sigo estando en la Calle del Agua 108, en Santiago, Nuevo León. La otra que es, Ruiti. La conocí a mis tres años de edad. Yo la veía todo el tiempo, aunque los otros decían que no había nadie ahí.
Ruiti me sacaba de mi cuerpo hacia arriba, en una diagonal a la izquierda; yo podía ver todo desde allá. Me hacía quedarme fija y ser lo que veía. Ella me enseñó a saber que las cosas no son como son. Un día, a los ocho años, ya no pude verla. Cuando eso pasó empecé a escribir cosas, o más bien: se empezaron a escribir.
Lo que puedes hallar en este sitio son las secuelas de ese encuentro.